Textos con alma


Para que un escrito tenga alma es necesario que la persona se permita abrir el corazón mientras lo escribe. Cuando intentamos escribir desde la mente, recurriendo solo a técnicas aprendidas, a la lógica o controlando cada frase, para que sea gramaticalmente perfecta, nos apartamos de la mayor fuente de inspiración que posee el ser humano.

Al igual que un cantante necesita sentir lo que canta para transmitir y que conmueva, un escritor necesita conectar con la emoción para escribir algo que tenga corazón.

Sólo podemos hacerlo si nos permitimos sentirlo. Para permitirnos sentir hay que fluir con la historia, sin controlarla a priori. Es decir, que si quiero escribir algo que conmueva debo conmoverme yo primero.

El corazón no es sólo un músculo. Es también el centro vital de nuestro organismo. Si el corazón se para, la persona muere. El aliento de la vida está en él. Más allá de la materia, el corazón alberga una información esencial para la persona: su verdad y todo lo que viene a transmitir al mundo. Por eso, un escritor necesita conectarse con su corazón mientras escribe. De lo contrario, tal vez, sus escritos sean interesantes, informativos, estilísticamente perfectos, pero nunca serán conmovedores, y el lector de historias quiere que le conmuevas. La persona que compra una novela o un libro de relatos quiere que la conmuevas. Quiere que le ayudes a sentir, porque en ese sentir halla la conexión con su propio corazón, algo que la sociedad actual está olvidando.

Al vivir desconectados de su fuente vital, las personas se muestran insatisfechas, enfadadas e irascibles. La verdad de cada ser se encuentra en el corazón. Las emociones son necesarias. Todos los tenemos, pero cuando las escondemos negamos una parte importantísima de nosotros mismos, algo que nos permite comunicarnos con sinceridad y autodescubrirnos.

Gracias a la escritura conectada con el corazón, la persona puede reconocerse, verse a sí misma, desvelar heridas antiguas que inconscientemente le hacen daño, para sacarlas a la luz y sanarlas. En el próximo escrito os hablaré de cómo podemos sanarnos a nosotros mismos escribiendo desde la emoción.

Hoy quiero concluir pidiéndote que te animes escribir sin controlar, permitiendo que fluya todo lo que nace de ti. Deja que surja, sin detenerte a corregir. Ya lo harás luego. Llora, ríe o siente la rabia, si es ese el talante que adquiere tu texto. Sé sincero, sin miedo a que puedan juzgarte. Sé auténtico. No pienses en el lector mientras escribes. No pienses. Sólo siente y transcribe sin modificar todas las frases que acudirán a tu cabeza. Tu cerebro está conectado con tu corazón por medio de un hilo invisible. A través de él, tu corazón le envía la información necesaria. Deja que esa información fluya. No la controles. No la juzgues antes de plasmarla. Cuando el proceso acabe lo sentirás. Sabrás que ha concluido y notarás en ti una sensación muy placentera. Se llama satisfacción y la causa la conexión con tu alma.

Alicia Sánchez Montalbán



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