Escribir para sanarme
A menudo negamos las emociones que no nos gustan, como la tristeza, la rabia o el rencor. Esas emociones quedan escondidas en algún rincón de nuestro cerebro generando desequilibrio interior. Negar no es lo mismo que eliminar y, ni mucho menos, que gestionar.
Al escribir permitiéndonos expresar lo que sentimos logramos que esas emociones salgan al exterior y dejen de hacernos daño silenciosamente. Por eso es importantísimo que escribamos desde la emoción y no desde la razón. Si queremos que nuestro texto (novela, relato, cuento...) llegue al lector y le conmueva, primero tenemos que conmovernos nosotros mismos. Si escribo desde la experiencia puedo conseguirlo con más facilidad. Aquello que yo he sentido o siento resuena en el interior del lector y despierta en él lo que, tal vez, lleva escondido. Logro así tocar esa fibra sensible que le ayuda a sacar a la luz lo que en él se estancó.
Si preferimos escribir algo que no hayamos vivido previamente es mejor que nos dejemos llevar por la imaginación, pero uniendo esta a la emoción. La imaginación sin sentimiento no llega al lector tanto como lo hace la imaginación vivida en el escritor. Lo ideal es imaginar con empatía plena, es decir, imaginar sintiendo lo que imagino como si estuviera pasando de verdad. Es así como podré transmitirlo con veracidad.
Cuando nos permitimos sentir vamos abriendo el corazón y conectando con la intuición y con otras capacidades síquicas que alimentan la inspiración. Además, así nos entregamos plenamente a la vida, logrando que todas las experiencias nos nutran y nos enseñen. Cuanto más experimentes, más cosas tendrás que contar. Cuantas más emociones sientas, mejor podrás transmitirlas. Si cierras el corazón a la vida, para no sufrir, tal vez te conviertas en uno de esos escritores que no llegan al lector o que incluso le aburren, aunque sus textos sean técnicamente perfectos.
Escribir vaciando la emoción que sientes puede ayudarte a sanarla, no sólo porque energéticamente sale al exterior y deja de bloquearte, sino porque, al mirarla de frente, puedes descubrir cosas de ti que te pasan desapercibidas. Por ejemplo, puedes darte cuenta de que sientes rencor hacia alguien, cuando creías que lo habías perdonado; o que te sientes culpable por algo que pasó; o que aún echas de menos a esa persona a la que creíste olvidar...
Deja que fluya tu escrito sin controlar lo que sientes. Vacíate, aunque digas tacos, aunque salgan insultos, y descubre cómo el proceso te libera y te muestra lo que en cada momento necesitas comprender de ti.
Alicia Sánchez Montalbán
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